Por los pocos meses que llevo viviendo en este mundo me he dado cuenta que muchas veces no soy como la mayoría de los bebes, me salgo del molde del comportamiento de una personita de mi corta edad.
Ayer salí de paseo con mis papás y en el transporte que utilizamos para regresar a casa venían 3 niños de poca edad como yo. Cuando nos subimos al transporte los niños ya estaban, se me hizo curioso que todos los niños venían muy tranquilos, pensé que tal vez ya estaban cansados y querían dormir. A mí me comenzó a dar hambre y se los hice saber a mis papás.
Dicen que soy muy desesperada, que en eso me parezco a mi papá, en lo que mi mamá me estaba preparando mi mamila mi papá trataba de controlar mis movimientos y los otros niños se me quedaban mirando con extrañeza, yo solo quería comer.
Después de comenzar a tomar mi mamila y seguir viendo la mirada de los otros niños, comencé a recordar las veces que jugando me han dicho que no soy una niña normal. Desde que estaba en la pancita de mi mamá yo no paraba de moverme, pues si somos seres vivos debemos demostrarlo a cada instante moviéndonos, disfrutando la vida.
Al nacer no me molestaba el ruido para dormir, en cambio, no me gustaba mucho que me estuvieran cargando para arrullarme y dormirme, también al vestirme marco diferencias con respecto a otros bebes pues he visto como los abrigan de pies a cabeza, a los pobres apenas si se les puede ver la cara, a mi me gusta estar lo más ligera posible, los zapatos no los aguanto mucho y me siento muy cómoda con mis piececitos descalzos. Cuando me pusieron mis primeras vacunas todos esperaban que llorara o gritará al sentir el piquete de la aguja pero no fue así, sorprendí a mi mamá al ver que solo hice un pequeño gesto en mi cara.
Quizás mientras vaya creciendo la propia vida me va haciendo más “normal” o tal vez les generaré dolores de cabeza a mis papás por no poder entender mi comportamiento, por lo mientras yo sigo disfrutando esta vida que a eso vine.