Otra vez me aleje un tiempo del Internet y de mi blog, ya pasaron semanas desde la última vez que escribí, pero la verdad tenía una misión que estaba demandando todo mi tiempo libre.
Con solo un año y un mes de vida las cosas que han cambiado desde el primer momento que estuve en casa con mis papás han sido muchísimas. Ahora peso como 8 kilos más que cuando nací, mi tono de piel es más claro, mi boca se ha llenado con dientes, ahora me pueden dar de comer no solo leche y papillas, permanezco más tiempo despierta, les entiendo cada vez más a mi familia cuando me hablan, en fin, soy una esponjita que todos los días absorbe algo nuevo.
Pero había algo que comenzaba a estresar a mis papás, algo que conforme pasaban las semanas, sin llegar a presionarme, me llegaban a pedir constantemente. Puede ser debido a que siempre se la pasan comparando mi crecimiento y logros con los de cualquier otro niño, cuando salgo bien librada en la comparación no hay problema, pero cuando no, comienzan a cuestionarse el por qué el otro niño pudo lograrlo en cierto tiempo y yo aún no.
Sabía que con lograrlo les sacaría una gran sonrisa a mis papás, abuelos y tíos. Así que un día decidí comenzar a dar mis primeros pasos. Lo más difícil para poder comenzar a caminar fueron dos cosas: Quitarme el miedo a dar un paso sin sostenerme de nada y aprender que no puedo correr sin aprender a caminar antes.
A cada paso, se reflejaba claramente el miedo en mi cara, me estresaba no sentir algo de lo que me pudiera ir apoyando, avanzaba 2 o 3 pasos y el estrés no me dejaba seguir avanzando. Las caídas no han sido aparatosas hasta ahorita, aunque uno de mis tíos le advirtió a mi papá que los chipotes en esta etapa se hacen presentes.
Los primeros días el miedo no me dejo avanzar mucho, pero era el comienzo y como era de esperarse los aplausos por parte de mi familia me motivaban a seguirlo intentando cada vez más seguido. Conforme pasaban los días el miedo era cada vez menor, aprendí que llevar algo en la mano me daba seguridad, así fue como comencé a llevar conmigo un juguete, una bolsa o hasta mi bote de leche vació para sentir seguridad y poder avanzar más.
Hoy puedo presumirles que ya camino, obviamente aún no soy una experta, mi caminar aún se ve como el de un robotito pero ya no requiero llevar algo en la mano para sentir seguridad y sobre todo el miedo lo he dejado atrás.
Comenzar a caminar, era una de las cosas que mis papás ansiaban ver y uno de los retos que yo me propuse superar, la alegría que les produje a mis papás y abuelos con este reto superado no lo olvidaran fácilmente. El siguiente reto es poder hablar pero todo con calma. Por el momento tengo que disfrutar mi éxito obtenido y perfeccionar mi forma de caminar.
Paso a paso comenzaré a correr.